—Adiós doña Ponedora. Parece que lleva prisa. —Sí, hija, sí. Voy a ver si pongo mi huevo diario. No sabes lo que me está costando hoy. —Pero, a su edad y con su “currículum”, yo creía que usted tendría que comprimir su cloaca para que no se le saliesen los huevos. —Mira, guapa; por muchos años que tengas nunca se te salen los huevos. ¿Entiendes? —Perdone doña Ponedora, no he querido molestarla. —No, Rogelia, no me has molestado; pero es que esta puesta de hoy parece cosa delicada. Ya por mañana, he notado dolores como cuando viene un huevo de pie —así parece que lo puso Colón— o de nalgas —suponiendo que los huevos tengan culo—, y doña Plumillas, que como sabes ejerce en el corral de matrona, se ha alarmado, insinuando que quizá habría que practicarme una ce...