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Mostrando entradas de julio, 2014

El amuleto (Agustín Mañero)

—Estáte quieto, Igor.   Enseguida termino de vestirte. Y con cariño y dulzura, deposita al pequeño en el tosco corral infantil que, como todo en la isla, está construido con madera.   Entre borrachera y borrachera, lo ha ido armando Iván y, quizá, sea lo único útil que su marido ha hecho desde la boda, cuatro años atrás.   Después de arreglar al niño, Katia mira en el espejo de metal bruñido sus claros, casi transparente ojos, que se animan con ilusionado reflejo.     Es el día fijado.   Han transcurrido cinco largos meses de espera, cinco interminables meses, desde que se despidió de Mijail Trutowsky, y, según la promesa del hombre, hoy se reunirán cerca del pequeño molino de viento, entre los árboles y setos que crecen al borde del río.      ¡Cómo ha esperado ese día!   ¡Cómo, a lo largo de las últimas semanas, ha ido escudriñando la superficie del agua para percibir el más leve vestigio de deshielo!   Desde finales del pasado octubre, ha vuelto para ella la rutina, la mo

Pétalos

Necesito besar la melancolia guardada en los sedientos labios de una mujer que sea poesia y esperanza. Necesito junto a  ella, aprender a hacer volar miles de pétalos de flores de versos de poemas y   que entre esos pétalos vivamos juntos nuestra  poesía. Esa  innecesaria sutil poesía prescindibl e o igual o quizás mejor la poesía necesaria, la imprescindible para vivir.  Aunque quizás y solamente escribo quizás, me haya hecho demasiado viejo para encontrar pétalos de poesia en esta dársena del desguace.

Con asistencia divina (Agustin Mañero)

Después de la “gloriosa cruzada nacional”, en aquel pueblo, como en cualquier otro de la geografía española, las gentes se las ingeniaban para añadir alguna aportación complementaria a su parva e insuficiente dieta. Rosalía había preparado un huerto, cerca de su casa, detrás del corral, donde cultivaba hortalizas y verduras.   También había plantado unos pocos frutales.   Cuidaba de él hasta donde era capaz.   Escardaba el suelo con la azuela; quitaba manualmente escarabajos, gorgojos y demás parásitos de sus plantas; acaballaba la tierra junto a unas pocas plantas de patata..., pero ahí acababa su labor.   No disponía de agua ni de abonos.   En aquellos años, se utilizaban casi exclusivamente abonos naturales, ya que la industria química todavía no fabricaba, al por mayor, productos fertilizantes para el campo.   Como ella no tenía ganado, tampoco abono. Pared de por medio, don Dimas, párroco del lugar, tenía otro huerto semejante.   Para el uso común, am

Triste libertad

¿Hace mucho tiempo o fue ayer cuando te fuiste? Le pido a mi memoria aclaración. ¿Tan pequeña, indefensa y sutil eras, amada libertad? Desde la triste dársena  del desguace, no quiero dejar que la canción muera, ni que la flor de la poesía se marchite, aunque el tiempo haga olvidar. No quiero que tu voz se ahogue, huidiza libertad, que tu gentil reposar, ni que las  pequeñas cosas que están en tu memoria, mueran de olvido en esta maldita dársena. Le pido a ese Dios en el que no creo, que permita que habites dentro de mí para siempre y me acompañes, si crees en ti misma maldita libertad, en este frío paseo del olvido.