Siento el frío en silencio, con lágrimas que sangran mi alma; intentando que la soledad no viva donde antes existía un sueño, que una mirada agonizante evite que la vida se consuma como un llanto. Sólo queda calma en el corazón silenciosamente congelada en la carretera de las deseos que nunca he alcanzado, en un universo sin planetas. Solo, como un adiós en el abismo, como una jubilación forzosa, que te sumerge en la oscura dársena para firmar un pacto de rendición estrangulado por un adiós deseado, roto como un juguete abandonado.