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Mostrando entradas de octubre, 2013

Los peligros del bosque (II)

  Mira esa niña, bueno no sé si llamarla niña o adolescente adornada con el ropaje con el que la leyenda viste a sus mitos, camina por el sendero en el que el   manto amarillo con el que el otoño adorna   la belleza del bosque, marca su destino, no tiene miedo a los peligros que le acechan y tatareando una triste melodía recoge flores que guarda en su viejo cesto de mimbre, no es alta, de lejos parece bonita, lo que no me gusta de ella esa   vieja capa de un color tan hortera como chillón, ¿no ves que está triste?, no se le ve llorar pero camina como perdida, sin rumbo, siente que alguien la ha enviado fuera de su hábitat, está pensando qué hacer, tendrá que apuntarse al paro ya que últimamente el mito de personajes que buscan principitos besucones   está   en decadencia, además a ella no le gusta la idea de convertirse en una cenicienta que espera la llegada de algún monarca obsoleto y oxidado, parece que alguien la ha sacado de un cuento de hadas y la ha dejado en la indigencia e

Autoconcepto adjetivado

              Una   sutil   poeta, de esas que sublima las ideas para convertirlas, con su soplo poético,   en argentados textos   literarios de celestial belleza, me ha recomendado con su duenda sonrisa que para mejorar   el estilo de mis grandilocuentes y nunca bien ponderadas   narraciones, realice un   artículo bello, ecuánime, adjetivado y real de la visión que tengo de mi propia imagen. Es decir un estudio poético y no adulterado ni egoísta   del concepto que yo tengo de mi mismo. Traducido a un castellano moderno y práctico como el que yo practico, mi propio autoconcepto. Para esta ardua, incomoda, desagradable y   deletérea labor, es necesario enfrentarse al cruel, arrogante, yo diría también menesteroso aparato llamado espejo que siempre refleja las malditas imperfecciones y que una vez pasadas la vivencias de cincuenta años, esconde las pocas notas de belleza,   simpatía, amabilidad y sentido del humor de los retratos que refleja y yo no utilizo técnicas, decadentes y an

Escribir para pasar la tarde.

Aquel   día la llamada de Manuela se estaba retrasando. Berta se preparó otro   café en la cocina y encendiendo un cigarrillo con gesto indolente,   empezó a hojear el periódico.       Este párrafo de un artículo titulado “ El día que acabó la crisis” le llamó la atención.   Un buen día , cuando hayan conseguido cambiar   el titulo de obrero por el de esclavo pobre, y   lo apliquen a toda la estructura social   y todos, salvo la cúpula elegida   cuidadosamente,   seamos introducidos en las ciénagas de la dársena del desguace y atrapados por sus arenas movedizas,   pisemos los charcos de la escasez   sintiendo el frio aliento del miedo en nuestras espaldas, entonces y solo entonces nos dirán que se ha terminado   la crisis.       Cuando miró la firma, los recuerdos   y la nostalgia embargaron su alma   y unas lágrimas  afloraron en su rostro. Concha Caballero había sido compañera suya   en un periódico madrileño, cuando haciendo unas  prácticas en un importante diario