Es hembra poderosa y ardiente, a la vez que dócil, tierna y sumisa. Nos entendemos perfectamente y, en estos dos años que salimos juntos, no he tenido la menor queja de su comportamiento. Cierto que nuestra relación es semanal y que si nos viésemos a diario, podría llegar a ser un tormento para mí; es más, pienso que mi físico no podría soportarlo. Nuestros encuentros suelen ser campestres; en plena naturaleza. A los dos nos incomodaría hacerlo en una ciudad atestada de gente, con sus ruidos y algarabía. Preferimos la paz rural, los rumores de la brisa, la sosegada campiña. Allí estamos a gusto. Los domingos —días de mis visitas— suele esperarme hecha un manojo de nervios. Lo noto, nada más verla. Me aguarda con su bonita cabeza erguida que, a menudo, muestra su desafío, pero que, junto a mí, se incl...