Nada mas entrar en la maldita y oscura dársena comencé a
sentir frío. Llevo mucho tiempo, pasando
frío, recorriendo cada rincón, palpando el oscuro camino cenagoso, en busca de
un mínimo rayo de luz o el menor signo de brisa que me revele la salida de este
oscuro laberinto.
He maldecido mi
estupidez por no haberme preparado para recorrer el camino en el que el sistema
te introduce o mejor por no saber aprovechar algún descuido para adentrarme,
saltando las normas establecidas, en la dársena de luz.
Dicen que en este lugar puedes descorrer el velo del
destino, pero no hay manera segura de lograrlo, solo, como me advertía mi
madre, se debe utilizar la magia.
A veces descanso mi espalda contra la pared y me dejo caer,
vencido, en el frío suelo.
A veces me siento perdido.
Perdida, entre tinieblas, ha discurrido mi vida los últimos
años, enfrentándose a feroces contradicciones en mi interior. En algún
momento puedo disimular cara a la gente el secreto de la tristeza por no poseer la magia, que mi alma guarda,
pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Últimamente recuerdo la frese que escuché siendo un niño
y que he tardado tanto tiempo en comprender.
Cuando el pasado ya no ilumina el futuro,
el espíritu camina en la oscuridad.
Todo cambia amiga mía, hasta nosotros, la forma de ver
las cosas, la madurez que ganamos
cada día , la experiencia de lo vivido.
Es mejor, seguir andando hacía adelante, sin mirar
atrás. Lo que fue, fue.
Quiero dormir en el firmamento de sueños y despertar
con el canto de la aurora de un nuevo día.
¿Será
verdad, que somos lo que pensamos?
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