Aquel día la llamada
de Manuela se estaba retrasando.
Berta se preparó otro café en la cocina y encendiendo un cigarrillo
con gesto indolente, empezó a hojear el
periódico.
Este párrafo de un artículo titulado “El
día que acabó la crisis” le llamó la atención.
Un buen día , cuando hayan
conseguido cambiar el titulo de obrero
por el de esclavo pobre, y lo apliquen a
toda la estructura social y todos, salvo
la cúpula elegida cuidadosamente, seamos introducidos en las ciénagas de la
dársena del desguace y atrapados por sus arenas movedizas, pisemos los charcos de la escasez sintiendo el frio aliento del miedo en
nuestras espaldas, entonces y solo entonces nos dirán que se ha terminado la crisis.
Cuando miró la firma, los recuerdos y la nostalgia embargaron su alma y unas lágrimas afloraron en su
rostro.
Concha Caballero había sido compañera suya en un periódico madrileño, cuando haciendo
unas prácticas en un importante diario madrileño, abandonó Madrid y sus sueños periodísticos para intentar vivir una historia de
amor que fracasó antes de empezar.
Triste, pasó la
página intentando que los recuerdos no la hicieran llorar, cuando otro titular
le llegó al alma:
“Dos jóvenes adolescentes ingresadas en coma etílico”
Según el periódico, las jóvenes se habían introducido en la
vagina tampones impregnados en whisky para intentar estar entonadas al empezar
la fiesta del sábado noche.
Si a Nerea le pasa eso me moriría, tendré que hablar con
ella sobre estas nuevas burradas urbanas,
se dijo a si misma preocupada Berta.
Arrojó el periódico sobre la mesa sin ganas de leer nada
mas, nerviosa porque su madre no cumplía
con el ritual de la llamada de los domingos para invitarlas a comer, cuando un mensaje
llegó a su móvil. Era de Antonio, su compañero en la juerga de la noche anterior.
Berta lo leyó y cabreada pensó en voz alta.
“No hay nada mas baboso que un hombre encoñado, mendigando
caricias por teléfono”
Borrando el mensaje le sorprendió la llamada que esperaba.
Cuando oyó a Nerea responder ya supo que de nuevo, el aburrimiento y la rutina
disfrazados de la normalidad elegida por ella, iban a apoderarse del domingo.
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