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Los peligros del bosque (II)

 
Mira esa niña, bueno no sé si llamarla niña o adolescente adornada con el ropaje con el que la leyenda viste a sus mitos, camina por el sendero en el que el  manto amarillo con el que el otoño adorna  la belleza del bosque, marca su destino, no tiene miedo a los peligros que le acechan y tatareando una triste melodía recoge flores que guarda en su viejo cesto de mimbre, no es alta, de lejos parece bonita, lo que no me gusta de ella esa  vieja capa de un color tan hortera como chillón, ¿no ves que está triste?, no se le ve llorar pero camina como perdida, sin rumbo, siente que alguien la ha enviado fuera de su hábitat, está pensando qué hacer, tendrá que apuntarse al paro ya que últimamente el mito de personajes que buscan principitos besucones  está  en decadencia, además a ella no le gusta la idea de convertirse en una cenicienta que espera la llegada de algún monarca obsoleto y oxidado, parece que alguien la ha sacado de un cuento de hadas y la ha dejado en la indigencia en un mundo que no conoce y al que odia, Agustín amigo contéstame, ¿no ves que estoy sufriendo?, yo soy caperucita  roja y al matar al lobo en tu versión moderna de mi cuento me has dejado sin trabajo ni futuro en un mundo que no entiende de experiencias sutiles, por favor Agustín, ya que me has sacado de mi mundo escribe, sin metáforas grandilocuentes ni mensajes subliminales, otro cuento en el que pueda vivir feliz, a ser posible sin príncipes besucones ni abuelitas devoradoras de lobos y si es factible con final de cuento de hadas.
 
 




 

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