Carlos deposita su cuerpo y sus preocupaciones sobre el banco. Son las doce y media y hasta la una no vendrá Jaime. Su rostro denota impaciencia y, en ese momento, para Carlos no existe nada más importante que intercambiar algunos apuntes con su amigo. Mañana tiene un examen parcial decisorio. Está tan absorto, pensando en la cuestión, que apenas se fija en la mujer que se acerca. Pasa junto a él, le deja su perfume y se lleva consigo la mirada valorativa del muchacho. Durante el breve espacio que recorre la mujer hasta el asiento de enfrente, Carlos la contempla sin pestañear y para cuando ella se sienta, el joven ya se ha olvidado de sus apuntes. La encuentra vistosa, aunque casi todas se lo parecen. Puede que la vea “un poco mayor” y puede que pase de los cuarenta, aunque esta circunstancia constituye un acicate que estimula al observador; podría ser su madre pero..., qué más da; a él le gustan así; quizá de niño tuvo algún ramalazo edípico. El femenino cuerpo que se le a...