Segunda parte del homenaje a LOLA del poeta
donostiarra Agustín Mañero.
ALLÍ
Entre lágrimas cavé su tumba,
entre lágrimas llevé su cuerpo
y entre limpias telas deposité los restos.
La blanca mortaja recosté en el hueco
y en el fondo del hoyo, a falta de féretro,
puse con mimo su inanimado cuerpo.
Lo tapé con cuidado,
lo tapé con esmero,
lo cubrí con mi pena,
con mi dolor maltrecho.
Allí lo dejé sólo,
allí se quedó, yerto,
y
entre conocidas yerbas,
enterré un cariño cierto.
De
la iglesia sonó una campana
que,
con tañido grave y lento,
propagó su triste toque,
el fúnebre toque de muertos.
Y allí he dejado a Lola,
junto a mi pequeño huerto.
Allí se ha quedado sola,
reposando
en frío suelo.
Agustín Mañero
10/10/2000
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