"La dársena del desguace" viste sus mejores galas
para recibir la obra del gran poeta donostiarra
Agustín Mañero.
Gracias Amigo por compartir tu poesía.
Este escrito es la expresión de dolor que afectó a una familia. Puede que para alguien sea difícil comprender una reacción como la mostrada en esta página; puede que a otras personas les resulte un sentimiento natural.
LA
MARCHA
Se me ha
muerto Lola. Se ha muerto la alegría con pelo rubio. Se ha ido mi
compañera inseparable, la que mirándome a los ojos conocía mi
estado de ánimo, la que, guiándose por misteriosos métodos, me
esperaba junto a la silla que iba a ocupar para leer el periódico,
o bien, se agitaba nerviosa ante la inminencia de la salida, según
la hora y el programa que adivinaba a cada instante. La que gozaba
tumbada sobre mis piernas con suaves gruñidos de satisfacción, la
receptora de mis caricias en momentos de pesadumbre - circunstancia
que parecía comprender - ,
caricias que devolvía con creces mediante dulces e interrogadoras
miradas y húmedos lengüetazos. Se ha ido la compañera de tantas
excursiones y tantísimos paseos, la fidelidad misma, la devoción
suprema. Se ha ido como ha vivido, sin causar la menor molestia,
pidiéndome perdón con sus moribundos y tristes ojos por privarme de
su alegría.
Echaré de
menos su pata solicitando permiso para subir a mi regazo, su negro
hocico bajo mi brazo exigiendo con mimo la merecida caricia, la muda
invitación de sus ojos para acompañarle en sus alocadas carreras
llevando un gran palo en la boca, sus alegres ladridos al salir de
paseo pidiendo el juego o reclamando mi —para ella— necesaria
atención. Echaré de menos el nervioso vaivén de su colita
barriendo las penas de mis ojos.
Su presencia
física me faltará, pero su imagen no se esfumará nunca. La veré,
por la mañana, esperándome para la primera salida, la veré oliendo
las esquinas, los árboles, sentiré su tierna y sumisa mirada sobre
la mía y, aunque la razón me diga que no, que no es así, me reiré
de la razón, haré caso omiso de la lógica, me encogeré de hombros
ante argumentos contundentes, pero yo seguiré viendo a mi Lola,
queriéndola, acariciándola con quedo gesto, mirándole sus bonitos
ojos y diciéndole que no se preocupe, que nunca se irá de mi lado.
Agustín Mañero.
23 de septiembre de 2000
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