Biescas
se preparaba aquella noche para celebrar al día siguiente su fiesta
mayor.
La
“Feria de Otoño” siempre ha sido la feria de ganado más
importante del valle de Tena y el pueblo se vestía con sus mejores
galas para celebrarla.
En la
plaza, los titiriteros de Binefar alegraban la fiesta con su música
y sus volatines, mientras en los soportales del ayuntamiento un
grupo de gente escuchaba con atención las bonitas historias del
reino de Aragón que contaba una vieja contacuentos.
No pude
evitar acercarme y escuchar el relato de esta bonita leyenda que
nunca olvidaré:
Cuentan
que en el pequeño pueblo de Olson, en el Sobrarbe aragonés, un
hombre se despertó súbitamente por que en la mitad de la noche, oyó
ruidos en su casa.
Se
levantó y vio en la cocina de su casa a doce
mujeres desnudas, que se untaban con una crema y comentaban que
aquella noche iban a hacer el mal. El ungüento les serviría para
volar. Recitaban a coro: "Por
las montañas de Ricóallosa,
a Tolosa; ir y volver en tres cuartos de hora".
El
buen hombre se escondió como pudo hasta
que las mujeres salieron volando por la ventana para llevar su
maleficio, según comentaron, a un niño recién nacido.
Entonces
se levantó, buscó el
ungüento mágico y se untó como las brujas, pero pidió un cuarto
de hora de tiempo en lugar de tres. Así es como adelantó a aquellas
mujeres que volaban sobre la escoba. Se adelantó a ellas y llegó a
tiempo de prevenir a los familiares del niño al que se proponían
hechizar, los cuales le protegieron con una estampa religiosa.
Después, de regreso a su casa, el hombre puso otro santo sobre la
ropa de las brujas, para que cuando volvieran no pudieran vestirse.
Desde
entonces las doce brujas quedaron condenadas para toda su vida, a
volar tan solo cubiertas por el ungüento que se daban para volar y
al llegar el día a permanecer escondidas.
Al
escuchar el final de la historia, mi rostro reflejó una sonrisa que
no le hizo mucha gracia a la vieja contacuentos.
No se
ría señor, me dijo en tono serio, debería saber que la leyendas
son realidades virtuales de esos mundos paralelos, en los que nuestra
falta de sensibilidad nos impide penetrar.
No
entendí muy bien lo que me quiso decir aquella mujer, pero esa noche
no pude evitar mirar al cielo para ver si aparecían las doce brujas
volando por el cielo estrellado de ese bonito pueblo pirenaico
llamado Biescas.
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