LA COMPAÑERA IDEAL
La
encontré en una tienda. Desde el primer momento me atrajo. Era mi
tipo. Como de un metro setenta de altura, rizada melena negra, mirada
fija, penetrante; respingona y graciosa nariz, y rojos labios
invitadores en boca grande. Así era ella. Me gustaba. La miré
de reojo y no se dio por aludida. Dudé en abordarla, en tomar
alguna iniciativa, pero mi timidez me venció y salí del
establecimiento disgustado conmigo mismo.
Una mujer
como esa me haría feliz. Estaba seguro. A mis cuarenta años, y
sin haberme casado, el vivir en la soledad de mi piso me incomodaba a
diario. Si hasta Dios lo dijo en el Paraíso, refiriéndose a Adán.
“No es bueno que el hombre esté solo” y le proporcionó a Eva.
Lo cierto es que el pobre hombre no tuvo dónde elegir, aunque por
los resultados, parece ser que se apañó “divinamente”.
Bueno..., y ahora, ¿qué me importa Adán? Tengo que mirar por
mí, solucionar mi vida.
Ese día,
no se me fue de la cabeza su femenina imagen. Al siguiente,
continuaba su recuerdo, y al otro, y al otro... Por fin me decidí.
“Pasaré
otra vez por la tienda. Quizá la vuelva a ver.”
Y lo hice.
Tuve la fortuna de vislumbrarla a través del escaparate. Me armé
de valor y entré decidido. Puedo aseguraros que no recuerdo cómo
procedí, qué dije, qué argumentos expuse; pero el caso es que
logré mi objetivo y ella vino conmigo a mi piso de soltero. Desde
el taxi, todo alborozado, la subí en brazos por la escalera. Me
encontraba gozoso. No paraba de mirarla y acariciar su cara,
pensando lo felices que íbamos a ser. Por lo menos yo. Y no me ha
defraudado. ¡Qué hallazgo! Paciente, dócil..., bueno, veréis:
¿Que vengo tarde por las noches? Ni una mala mirada. ¿Que
invocando a Baco he contribuido a que se planten más viñas en la
Rioja? Ni un reproche. ¿Que tiro la ropa en el sillón o en el
suelo? Impertérrita. Como he dicho: una joya. ¿Qué más puedo
pedirle? A su buen conformar e infinita paciencia añade la
cualidad de hacerme feliz en las variantes del amor.
Bueno, ya
he enumerado la retahíla de aspectos positivos que adornan a Susana,
aunque para ser perfecta del todo, le falta algo. Hablar. Ya me
dijeron en la tienda que la próxima remesa de muñecas hinchables
vendría con esa carencia subsanada.
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