Me ha llamado la atención los excelsos, opulentos y
generosos adjetivos o giros perifrásticos que la mayoría de los cuentos
presentados han dedicado al primer beso. “Sensación indescriptible (se supone
que favorable)” “Ardiente y apasionado” “Tórrido y eterno” “Fusión de
apasionadas bocas” “Pasión desconocida” “Tierno y apasionado” “Pasión e
inocencia de corazón” “Beso intenso, apasionado, sublime” “Ardor de labios” y
muchos otros piropos de parecida índole, son los que pueden leerse en la
mayoría de los escritos.
Yo creo que,
en general, somos un poco fantasmas. ¡Vamos! ¡Como si fuésemos bilbaínos o por
lo menos, de cercanías! Me explico: Cuando el ser humano realiza un acto por
primera vez, si no obtiene un fracaso está muy cerca de lograrlo. Quien coge
una raqueta sin haberlo hecho nunca, es muy probable que no le pegue a la
pelota. El que pretende aprender a nadar, al principio, ha de cuidarse de tener
a mano un salvavidas si no quiere perder la suya. Y ¿qué me decís del que comienza
su pedaleo en una bicicleta? La caída está asegurada. Conclusión: Los inicios
suelen ser dubitativos y poco exitosos. Además ¾volviendo al tema que
motiva este escrito¾,
el beso no es cosa de uno solamente y si la otra persona tampoco es ducha en el
tema, la cuestión se complica aún más y puede resultar tibia.
Ocurre algo
parecido cuando echamos el primer “kiki”. El desconocimiento de la práctica, la
duda y el nerviosismo, la mayoría de las veces nos aturden y no nos dejan
reconocer nuestra falta de competencia para el acto, mientras nuestra mente nos
dice que “hay que meterla”. Como sea,
sin saber cómo ¾aunque
sí por dónde¾,
pero hay que hacerlo.
Esto me recuerda lo que le ocurrió a mi amigo Emilio, en un
guateque. Veréis: Tras haber bailado con Mari Puri y encontrarse enardecido por
el hecho, le propuso a la joven perderse por el largo pasillo de la casa en la
que se celebraba el baile. Encontraron una puerta abierta y, allí, en el
trastero, entró la pareja. Emilio ¾que de la teoría del fornicio
conocía desde la “a” hasta la “z”, pero
que de la práctica no tenía ni repajolera idea¾, recostó a Mari Puri
contra una de las paredes dándole inequívocos indicios de lo que pretendía.
Ella, toda complacencia, se remangó la falda y mi amigo, impetuoso y acelerado,
comenzó su faena. Tras múltiples intentos y fracasos penetrativos, el
primerizo, al oído de su amada deslizó la siguiente queja: “!Chica!, ¡sí que
tienes resistente el himen!, no consigo...” A lo que la sufrida víctima,
sofocada por la cuantía de los intentos, contestó: “Pero Emilio, ¡qué himen ni
qué puñetas!; ¡si no me has dado tiempo para bajarme las bragas!”.
Corolario: El aprendizaje es necesario.
Agustín Mañero .
21/11/03
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