La guerra había
terminado en 1591 pero el odio no. En 1592 (un año antes había sido ejecutado el justicia de Aragón Don
Juan de Lanuza) el general José Alonso Vargas obedeciendo las órdenes dadas por
la corte procedió a derribar castillos, casa
fortificadas, e iglesias fortaleza (¿Llire?). Entre otros muchos, el castillo de Benabarre,
el castillo de Pinilla, la casa de Pardinella…y, siempre detrás, el odio del
conde de Chinchón enemigo acérrimo del
último conde de Ribagorza.
Siguieron años muy tristes para
la Ribagorza, al final en las cortes de
Barbastro en 1626, convocadas por Felipe IV, se acordó la “oferta del servicio
voluntario de unión y coligación” invocando por el rey la necesidad
del unión de los estados para la defensa de la fe católica.
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Iglesia de MartIn de Llire
Extinguido el condado por haber
regresado a la corona real, arruinado el
país en sus castillos, casas y campos, muertos en combate, ejecutado o
asesinados sus hombres más esforzados, metidos a la fuerza en el saco de la
uniformidad, los hombres de Llire con el corazón dolorido, la mente enfebrecida
y el pulso firme, ante la destruida iglesia-fortaleza de San Martin quieren
guardar grabada en piedra en su propio escudo, la esencia de vida como
pueblo, resumida en tres palabras: Gara, gara, gara.
Escudo San Martín de Llire
Y a cada golpe, el
sonido llena el ambiente pirenaico y alcanza las cuevas, crestas y
concavidades, los bosques y los lagos, las casas y los campos como una campana
milenaria, convocando a más de cien generaciones.
Realmente hay poco bajo el sol: Gara = Somos. Si, igual que
en el país vasco pero en Ribagorza en 1627.
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